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6508: Athena in the Gigantomachy. Parts of a white-ground kylikes. Early 5C BC. Archaeological Museum of Eleusis.
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Lo que se entiende por «familiarizarse»
Empecemos por clarificar el significado que la expresión «familiarizarse» puede tener en este contexto:
En un sentido práctico, entiendo por «familiarización» un conocimiento general de los relatos mitológicos que incluye la manera como ellos se relacionan entre sí. Este concepto no supone ni el análisis ni la interpretación de los mitos ni el profundizar demasiado en tal o cual relato. En otro sentido, la expresión «familiarizarse» tiene implicancias que merecen elucidarse:
Antes que nada, recordemos que investigamos lo que ignoramos y no lo que ya sabemos. Por lo tanto, si nos ponemos a estudiar los mitos, ello será no porque creemos que los conocemos, sino porque sentimos que sabemos muy poco, o nada, sobre ellos. Menciono esta obvia circunstancia porque creo que debemos siempre tener en cuenta que no estamos, en este respecto, en la posición en que se encontraban nuestros remotos antepasados, quienes seguramente se familiarizaban con los mitos de la misma manera como alguien aprende su lengua materna, es decir, sin tener necesidad alguna de estudiarlos.
Ya habréis percibido que tanto a los estudiantes como al público en general se les supone el haber estado más familiarizados con los mitos hace décadas, o aún siglos, que en la actualidad. Y también habréis notado que aunque la colección de datos y teorías acumuladas durante los siglos XIX y XX es quizá la mayor de todos los tiempos, no deja de sentirse la impresión de que la familiarización con los mitos era más amplia en el pasado. Acaso se podría derivar de esta aparentemente curiosa circunstancia que el número de datos y teorías acumulados está en proporción inversa al conocimiento efectivo que la sociedad y sus miembros obtienen del tema que nos ocupa. Algunos hallarán este curioso hecho, junto con el dilema epistemológico que de él se deriva, inquietante. Pero no intentaré escudriñar ni lo uno ni lo otro para no desviarnos de nuestros objetivos.
En su lugar (y a fin de no alejarnos del tema de la familiarización), consideremos por un instante que los mitos pasaron por su edad dorada hace unos 3000 años, y que es razonable suponer que los hombres que vivieron en esa remota época que desafía a nuestra memoria se diferenciaban substancialmente de nosotros en su percepción de los aspectos tanto físicos como metafísicos del mundo.
Trataremos brevemente de establecer las diferentes posturas del «hombre mítico» (ese hombre de un pasado prácticamente irrecuperable) y del «hombre analítico» (expresión que alude a ciertos rasgos propios del hombre contemporáneo), examinando brevemente el carácter de sus respectivas obras:
Estudiar los mitos, explicarlos, interpretarlos, elaborar teorías relativas a su origen, analizarlos, develar sus alegorías, descubrir sus símbolos, sus cualidades racionales, sus raíces históricas, sus ritos, sus pautas estructurales, sus significados psicológicos, sus implicancias sociales o morales, etc. … todas ellas son tareas del hombre analítico. Recibir o transmitir los mitos, percibirlos a través de su belleza y significación, «vivir en el mito» al decir de Kerényi, pueden haber sido algunos de los hábitos del hombre mítico, una especie que podemos considerar extinguida. Tomados como paradigmas, ni el hombre mítico podría pensar analíticamente, ni el analítico míticamente.
Una discrepancia categórica divide a los dos hombres por razones de actitud y temperamento: el hombre analítico afirma que el hombre mítico ha inventado los mitos mientras que el hombre mítico asegura que fueron los dioses quienes se los entregaron. Esta controversia no carece de relevancia visto que los mitos han constituido la base sobre la que florecieron diversas culturas. Aún así no intentaremos reconciliar a las partes sino que nos limitaremos a unas pocas observaciones que podrían ayudarnos a entender mejor nuestra posición relativa como seres humanos que viven en una era analítica.
En primer lugar vemos que ese desacuerdo revela que para el hombre mítico los mitos constituyen una realidad tanto interna como externa, mientras que para el hombre analítico los mitos son principalmente un objeto externo. En segundo lugar notamos que la pretensión del hombre mítico de estar inspirado por la divinidad no admite verificación, y que por lo tanto nos vemos forzados a considerarlo como un «creador» o «inventor». En tercer lugar percibimos que la posición del hombre analítico dentro de este marco se parece a la de un comentador o crítico en el sentido de que él mismo no crea ni inventa mitos sino que se limita a estudiarlos de una manera u otra.
Por lo tanto, debemos recordar, al familiarizarnos con los mitos, que como seres humanos pertenecientes a una era analítica estamos apenas comentando la obra creativa de los hombres de la antigüedad y que, en este contexto, el hombre mítico es el creador. El hombre analítico, por su parte, juega el papel del comentador, papel que llevará a cabo con aquel preciso grado de humildad que su propia disposición personal le permita evocar al contemplar las creaciones del pasado que han sostenido la vida espiritual de innumerables generaciones y el arte de épocas enteras hasta llegar a nuestro tiempo.
Sobre las razones para estudiar los mitos
No voy a describir extensamente las razones por las que debemos leer y estudiar los mitos ya que imagino que las conocéis.Una breve enumeración será suficiente:
Se ha afirmado que los mitos griegos representan la aurora de la civilización occidental; que Homero es el autor de la primera obra literaria que dicha civilización puede considerar como propia; que extensos segmentos de la cultura y el arte occidentalesmúsica, pintura y literaturaencuentran su fuente de inspiración en la mitología, y que los mitos griegos se ocupan de temas imperecederos relativos a la existencia humana.
Lo que ahora desearía resaltar con respecto a estas afirmaciones (ya que no me propongo examinar ninguna de ellas) son los valores que refrenda una tal lista de méritos, independientemente de lo acertado o no de las afirmaciones mismas.
Primero, el valor que le atribuimos a la memoria para la preservación de una identidad. Segundo, la importancia de la identidad misma, es decir, los beneficios que le atribuimos a esa coherencia que a lo largo del tiempo resulta en cierta «igualdad del semblante» o integración armónica de partes distintas. Tercero, la importancia de la belleza en el realce de nuestras vidas. Cuarto, la utilidad que le atribuimos a los «temas imperecederos de la vida» en virtud de que nos hacen conocer la condición humana, influyendo y mejorando nuestra visión de la vida y el mundo.
Al reflexionar sobre estos valores, puede percibirse que se relacionan entre sí como partes de una unidad, de manera que si un elemento fuera modificado o abandonado los demás se verían igualmente afectados. Por ejemplo, durante largos períodos históricos la importancia del arte radicó en la potencialidad que se le atribuía para constituirse en vehículo de lo bello y lo significativo, siendo así capaz de satisfacer necesidades tanto estéticas como éticas. Más recientemente, sin embargo, se ha considerado que el arte puede ser visto como un instrumento de expresión individual o como un medio para transmitir mensajes de naturaleza transitoria. Un cambio tan vital de orientación afecta obviamente tanto las dimensiones estéticas del arte como su contenido ético. Pero necesariamente afecta además cualquier otro aspecto, ya que se podría inversamente argumentar que el dicho cambio de orientación se deriva de una importante modificación de nuestra identidad, la cual, a su vez, tendrá que ser el resultado de una alteración o disminución de nuestra memoria.
No vamos a profundizar en estos arduos temas … Los menciono principalmente para ilustrar como los mitos se ocupan de todos los aspectos significativos de la vida, pero dejaremos esta reflexión para una ocasión ulterior. Recordemos apenas, para redondear y ya que he mencionado a la memoria un par de veces, que no se podría exagerarse el papel que los mitos atribuyen a la memoria. Cuando el poeta dice «Dime Musa …» o «Canta diosa…» se está dirigiendo a las hijas de Memoria (Mnemósine), a quienes considera dueñas de todas las narraciones y fuente de su inspiración.
Algunos libros modernos
Me referiré ahora brevemente al tema de la bibliografía. La bibliografía misma será también, para empezar, lo más breve posible, ya que apenas pretendemos «familiarizarnos» con los mitos. Como ya he dicho, la «familiarización» no implica análisis ni interpretación ni tampoco profundizar demasiado en una u otra narración, sino que se trata simplemente de adquirir un conocimiento general de los relatos mitológicos y de como estos se relacionan entre sí.
Además del material que se encuentra en el Greek Mythology Link y otros sitios de Internet, los relatos pueden ser leídos en varios libros. Uno de ellos podría ser Los mitos griegos de Robert Graves. Esta obra ha sido criticada, a veces severamente, por diversas razones. En particular las interpretaciones que el autor ha agregado no han contado con la aprobación de la investigación moderna. Pero por otra parte el libro de Graves está bien organizado, relata un considerable número de mitos en varias versiones e incluye las fuentes. La más reciente Classical Mythology de Morford & Lenardon es también una buena alternativa o complemento. Se encuentran aquí largas citas de las fuentes originales, una variada selección de mitos, cuadros, mapas, ilustraciones, y un atractivo capítulo titulado "The Survival of Classical Mythology".
(Los lectores de habla hispana cuentan con la excelente obra de Antonio Ruiz de Elvira, Mitología clásica, aparentemente densa para algunos, pero muy detallada para otros).
Aparte de un libro de lectura, la complejidad del material requiere un diccionario. Una buena elección es el Diccionario de mitología griega y romana de Pierre Grimal, en donde se relatan las anécdotas con riqueza de detalle, ofreciendo además una gran cantidad de entradas y referencias. Por cierto que la lista podría ser más larga, o diferente, pero las obras aquí mencionadas deberían alcanzar para un buen comienzo (véase también Bibliography, Modern Authors).
Algunos autores antiguos
Los libros recién mencionados se clasifican normalmente como «fuentes secundarias» pues dependen de fuentes «primarias» u «originales». Estas a su vez son las obras de autores antiguos (poetas y mitógrafos) del período entre 800 a.C. y 600 d.C. aproximadamente. Entre las más antiguas se encuentran las obras de Homero y Hesíodo. La mayor parte de las obras de esta época fueron escritas en griego y más tarde en latín (por ejemplo Estacio y Ovidio). Se encontrarán traducciones inglesas en la Loeb Classical Library y en otras casas editoras. Los lectores hispánicos pueden recurrir a la Biblioteca Clásica Gredos, y los francofonos a las ediciones de Les Belles Lettres). No pocos de estos autores pueden consultarse en la internet a través del Perseus Project y otros sitios de la red.
Puede establecerse una jerarquía cuantitativa entre los autores antiguos midiendo la cantidad de datos mitológicos que cada uno de ellos aporta. Los resultados estadísticos para los primeros cuatro autores son los siguientes (véase la lista completa en Bibliography):
Apolodoro, el autor de la Biblioteca, es de lejos el más informativo: aproximadamentge el 19% de lo que sabemos sobre los mitos ha sido aportado por él. Sin embargo, sobre Apolodoro mismo es muy poco lo que se sabe y la identidad de este mitógrafo, que probablemente floreciera alrededor del año 100 d.C. es desconocida. Luego de una introducción teogónica, Apolodoro describe varias familias mitológicas, como las de Deucalión, Ínaco y Atlas. Esta obra, incluyendo su Epitome, cubre la guerra de Troya, el retorno de los jefes aqueos y los viajes de Odiseo. Es un libro indispensable para quien desee seguir los detalles de los mitos a través de un texto claro y único. El traductor de la edición de Loeb (J. G. Frazer) ha escrito abundantes notas y referencias que comparan las versiones de Apolodoro con las de otros mitógrafos.
Pausanias y Higino comparten el segundo lugar con un 12% cada uno.
Pausanias (fl. hacia 150 a.C.) fue viajero y geógrafo. Su atractiva Descripción de Grecia, agudamente escrita, familiariza al lector con ciudades, monumentos y otros puntos destacados entre Laconia y Fócida, además de narrar, a veces con muchos detalles, un considerable número de anécdotas mitológicas, como por ejemplo la historia del retorno de los Heraclidas.
Higino (antes de 207 d.C.) es otro mitógrafo que aún no ha sido identificado. Las Fabulae y también un manual de astronomía, Poetica Astronomica, basado en los relatos mitológicos griegos, son las dos obras que se le atribuyen. Muchas interesantes versiones pueden encontrarse en estas dos recopilaciones.
Luego tenemos otro autor evasivo: Homero (hacia 750 a.C.). Homero representa un 8% si se incluyen, además de la Ilíada y la Odisea, los Himnos Homéricos.
Los cuatro autores mencionados, cuyas vidas están sumergidas, como la de los mitos mismos, en la oscuridad, representan aproximadamente un 50% de los datos mitológicos. Pero otros autores de menor representación porcentual son a veces los únicos que narran ciertos mitos. Entre estos Hesíodo (4%) merece mención especial por lo completo de su Teogonía, un corto poema que describe el origen de los dioses y como las distintas generaciones divinas se relacionan entre sí (véase el cuadro Theogony).
La visión general
Una primera familiarización con los mitos puede alcanzarse utilizando fuentes secundarias pero el estudio ulterior requiere el uso de fuentes originales. Sin embargo, al estudiar los mitos es importante adquirir una visión general, y en ese sentido las fuentes secundarias pueden constituir una importante ayuda.
La visión general revela que una red de relaciones y acontecimientos se extiende a través del cuerpo mitológico tejiendo cuentos dentro de otros cuentos. Permite además establecer una cronología mítica capaz de mostrar el orden o sucesión de distintos hechos. La visión general agrega placer a la lectura de los mitos al revelar la malla y las intersecciones en donde una historia se encuentra con otra. Daré algún ejemplo de esta peculiar característica:
Una vez un oráculo le hizo saber a Catreo (un rey de Creta) que sería asesinado por su propio hijo. Esta profecía se mantuvo al principio en secreto pero tiempo después su hijo supo de ella. Y como no deseaba transformarse en el asesino de su padre, emigró a Rodas. Años después, sin embargo, Catreo, que deseaba dejar el trono a su hijo, llegó de improviso a Rodas, en donde encontró la muerte a manos de su hijo, que lo confundió con un invasor. De esta manera murió Catreo y el oráculo se cumplió. Otra parte de la historia relata la emigración del hijo de Catreo, como se estableció en el nuevo país con su hermana, a quien mató pateándola por haber perdido su virginidad luego de encontrar a una extraño, quizá un dios.
Esta historia la cuentan Diodoro y Apolodoro. Sabemos que el cuerpo de Catreo fue llevado de regreso de Rodas a Creta en donde se celebraron las exequias—un episodio decisivo en la vida (o muerte) de Catreo. Pero este episodio se omite al contarse, separadamente, la historia de la emigración de su hijo. Es a través de otra historia que nos enteramos del papel decisivo (aunque pasivo) de Catreo. Al ser Catreo abuelo de Menelao, navegó éste a Creta para asistir al funeral de aquel, pero lo hizo precisamente en el momento en que Paris visitaba Esparta como huésped suyo. Y mientras Menelao celebraba el funeral, Paris seducía a su esposa Helena y huía con ella a Troya. El funeral de Catreo aparece así como un componente decisivo en la secuencia de acontecimientos que condujo a la guerra de Troya, pero su muerte se narra en otro contexto y sin mencionar las circunstancias de su funeral (véase en Trojan War: Connected Events (at Trojan War) como líneas de acción independientes convergen posibilitando la guerra de Troya).
Podemos referirnos una vez más al poco conspicuo Catreo (sólo Apolodoro, Pausanias y Diodoro lo mencionan) para ilustrar la rapidez con que los mitos se ramifican. El nombre de Catreo se relaciona con interesantes personajes (dejando de lado por el momento a sus famosos progenitores). Uno de ellos es Nauplio quien se casó con Clímene, hija de Catreo. El nombre de Nauplio a su vez se conecta con la gran catástrofe naval sufrida por los aqueos en el cabo Cafareo al retornar de Troya, después de la guerra. Las razones de estos naufragios podrían a su vez conectarse al menos con dos historias diferentes: una narra el destino de Palamedes, hijo de Nauplio, en Troya; la otra se refiere a la violación de Casandra por Áyax, y también a otros ultrajes que los aqueos cometieron al tomar Troya. La historia de Palamedes se entrelaza a su vez con la resistencia de Odiseo a ir a la guerra, y con el episodio del juramento de Tindáreo, el cual incluye los nombres de Penélope, Helena y los de sus múltiples pretendientes, reyes y príncipes de la Hélade. También se dice que fue Nauplio quien indujo a Clitemnestra y otras esposas aqueas a engañar a sus maridos y conseguirse amantes, lo cual a su vez fue causa de sedición y derramamiento de sangre en varias ciudades (por ejemplo el asesinato de Agamenón y la venganza de Orestes). Pero Nauplio, que vivió durante varias generaciones, era el hijo de Amimone, una de las Danaides, lo cual introduce la historia de las novias que asesinaron a sus maridos en su noche de bodas, la emigración de Dánao desde Egipto, y finalmente la historia de su ilustre antepasada Ío, que se transformó en una vaca luego de haber sido seducida por Zeus, y vagabundeó por todo el mundo, visitando a Prometeo cuando éste estaba encadenado en el Cáucaso. Volviendo a Catreo, comprobamos que sus padres son Minos y Pasífae, el rey y la reina que mantenían encerrado al Minotauro en el laberinto que concibió Dédalo, el arquitecto que construyó las alas para volar que causaran la muerte de su hijo Ícaro. Y por Dédalo llegamos a Ariadna (hermana de Catreo) y Teseo; y por Teseo llegamos a Medea; y por Medea a los Argonautas, entre los que se encontraba Orfeo a quien se le conoce mejor por sus aventuras en el Mundo Subterráneo donde fue a buscar a su esposa Eurídice … Etc…
Con estos ejemplos he intentado ilustrar como las narraciones míticas se abren como un fractal desde casi cualquier punto, conectándose ingeniosamente entre sí. Seguramente pueden encontrarse anécdotas aisladas, pero aún así los mitos pueden describirse como una narración compuesta de narraciones, que a su vez se componen de otras narraciones.
Este rasgo de los mitos, junto con otros igualmente sorprendentes, plantean la interrogante de cómo y quién organizó el cuerpo mitológico. Pues aunque sólo fragmentos han llegado hasta nosotros, resulta difícil contemplar el edificio mitológico sin cierta dosis de sorpresa. Tales asuntos escapan el propósito de esta página, pero no sería excesivo citar las observaciones de Friedrich von Schelling (1775-1854), recordatorias de la grandeza y poder de los mitos:
«Crear una mitología, darle la credibilidad y realidad en el pensamiento de los hombres que necesita para alcanzar ese nivel de popularidad que puede hacer de ella algo poéticamente útileso es algo que va más allá de lo que un individuo puede realizar.» (Filosofía de la mitología ).
Genealogía
La capacidad de desdoblamiento de las narraciones míticas nos lleva al tema de la genealogía, que es uno de los pilares de los mitos. Antes que nada la genealogía se presenta como un esqueleto que meramente mantiene erguida la carne mitológica. Podemos seguir, a través de los mitos, muchas generaciones humanas con pocas interrupciones lo que también nos permite, como ya he mencionado, establecer una Cronología Mítica.
En segundo lugar, cuando se considera la importancia de la genealogía en el contexto mítico se debe recordar que, de acuerdo con los mitos, el mundoel universo o cosmosno llega a existir como resultado de la obra de un constructor, demiurgo o dios creador, sino como resultado del amor y la relación amorosa. La mente mítica evita el divorcio conceptual entre creación y procreación. En cambio establece que las diferentes partes del cosmos (físicas o psíquicas) son divinidades. Así por ejemplo la Tierra (Gaia) y el Cielo (Uranus) son al mismo tiempo realidades tangibles y seres provistos de ese poder e inteligencia que se atribuye a las divinidades. La mente mítica no percibe el mundo como un escenario sin vida sobre el que distintos actores realizan sus obras, sino que, a su manera de ver, los actores y el escenario se confunden. Por esta razón, los mitos no diferencian entre Cosmogonía y Teogonía, o entre el Cosmos y los dioses, sino que suponen que los dioses crean nuevos segmentos del Cosmos a través de sus relaciones (sexuales), y que dichos segmentos, siendo dioses, han sido, al mismo tiempo, creados y procreados. En el ámbito de los mitos, la Teogonía no puede separarse de la Cosmogonía, ni la Creación de la Procreación, ni la Genealogía del Génesis. Arnold Toynbee, en su A Study of History pudo haber reflexionado de manera mítica cuando afirmó que
«… la creación es el resultado de un encuentro y el génesis el producto de la interacción …»
En tercer lugar, la genealogía juega un papel importante para refrendar la naturaleza mítica de una narración. Para entender este aspecto debemos recordar que los mitos se fundamentan en la presencia divina. Un relato que omita la presencia divina podría ser aceptado como mito por estar asociado con cierta tradición cultural, pero a este tipo de narración se acostumbra a considerarla como de menor valor mitológico, y los clasicistas acostumbran a degradarla, por así decir, a la categoría de leyenda o saga popular independiente, principalmente por carecer de esa cualidad. La presencia divina no está ausente en los «mitos divinos» puesto que en tales mitos los dioses mismos son los protagonistas. Pero en los «mitos heroicos»es decir, en las narraciones que se refieren a reinos terrenales, héroes y heroínasla presencia divina debe reconocerse de una u otra manera, lo cual se cumple a través de la intervención divina en los asuntos humanos, a través de casi cualquier tipo de referencia a los dioses, o por medio de una genealogía que establece descendencias de los dioses.
Pese a ello, la genealogía es uno de los componentes mitológicos menos seguros debiendo a menudo coexistir versiones diferentes, tanto en los mitos divinos como en los heroicos. El viajero Pausanias, habiendo observado este hecho, nos recuerda que
«Las leyendas de Grecia asumen por lo general formas diferentes y esto es particularmente cierto de la genealogía.» (Descripción de Grecia 8.53.5).
Algunas de esas formas o versiones pueden parecer a veces improbables y aún risibles, como cuando la hermana de cierta muchacha es presentada como la abuela de su propio cuñado. Los asuntos genealógicos también han dado ocasión a la pedantería (tanto en lo que se refiere a linaje como a educación) y junto con otros temas, como la canción de las Sirenas, el color de los ojos de alguien, o el número de barcos en cierta flota, han sido considerados (por aquellos que son capaces de transformar cualquier cosa en un campeonato de preguntas y respuestas) como muy avanzados en lo que se refiere al conocimiento de los mitos.
Pero la variedad de versiones así como otras aparentes debilidades no pueden ser motivo de desaliento. Se notará que las variaciones de los mitos (que a veces aparecen en los escritos de un mismo autor) y sus contradicciones (que afectan su superficie dejando su núcleo intacto), vivifican a los mitos, subordinando la coherencia de los hechos a un espectro de posibilidades sin que por ello pierdan su unidad básica. Es probable incluso que tales incongruencias se perciban como beneficiosas ya que abren la posibilidad de apreciar a los mitos en distintos estratos permitiendo así la reorganización subjetiva del material. Se comprobará que las consecuencias artísticas y psicológicas de este rasgoobservable en la vida pero generalmente ausente en la ficción purano menguan porque sus causas se revelen, por ejemplo, probando que ello es el resultado de interpolaciones, errores o agregados tardíos.
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